27/5/08

DEFENDAMOS LA MÚSICA


Ahora estoy escuchando un C.D. que nos envió una discográfica. Música de hace unos años que me traen, como no, recuerdos de la vida cotidiana: preparando bocadillos para las niñas, haciendo informes de mis alumnos, animando a mi hija pequeña a caminar.


Me vienen al pensamiento los músicos y cantantes que pasaron horas y horas creando y ensayando sus melodías. En su esfuerzo e ilusión por hacer un trabajo bien hecho.

Encuentro en la televisión refritos de aquella música. ¿Cómo se puede descuartizar una bella canción para decir: tú vales o tú no vales?
Si no hay creadores, me sumo en la idiotez, si no hay cantantes me entristezco y si no hay música… me muero.

Hagamos porque la buena música siga. Porque los esfuerzos de los que la hacen posible no sean en vano, porque sin todo ello, el color de las flores, el día al despertar, el amor, el primer beso, el desamor, el primer desengaño, el primer diente de leche, futuro, el encuentro, una sonrisa, el reencuentro, satisfacción, la despedida, una lágrima, … herirán en nuestro interior como un grito sordo que ni el viento escuchará.

25/5/08

UN CASTILLO EN MI MEMORIA

Cerca de Guadix, en el marquesado del Zenete, hay un interesante castillo con torres redondas, característico del estilo castellano.
El pueblo de la Calahorra está edificado en el pie y la ladera de un montículo y en la cima se eleva majestuoso el castillo, muy bien conservado exteriormente.
Cada miércoles, un vecino del pueblo se encarga de abrir sus puertas a los visitantes y hace un recorrido con ellos contándoles la vida y anécdotas del lugar en tiempos pasados.
Cada verano intentamos visitarlo y siempre nos recibe ese casero que el paso de los años va haciendo entrañable. Allí compramos un libro muy interesante de Antonio Enrique sobre la vida de tres mujeres en el castillo, se titula “Kalaat Horra”.
Por fuera el castillo es una fortaleza, pero en su interior se esconde un bello palacio. Fue mandado construir por Rodrigo Diaz de Vivar y Mendoza para su esposa. El arquitecto, Lorenzo Vázquez, inspirándose en el Renacimiento italiano, trajo mármol de carrala y materiales nobles de la época hasta conseguir una obra de arte.
Después fue heredado a Pedro de Mendoza, conquistador de Buenos Aires (Argentina).
A mi, personalmente, las conquistas bélicas y territoriales me traen sin cuidado. Lo que considero más bello es la conquista del amor. La delicadeza y el cuidado de cada parte de las estancias del castillo. Una obra pensada para el amor. Hasta tal punto que ha sido escenario de películas como “El Cid”, “El viento y el león”, “Tirante el Blanco” y muchas más.
El paisaje desde la carretera es impresionante. Una montañita bañada de casitas blancas y en la cima la fortaleza. Al fondo, Sierra Nevada con su verdor y sus cumbres nevadas se alza imponente en un paisaje que juega entre el cultivo y las tierras ocres de los alrededores.
Pienso en el hombre que mandó edificar el castillo y, sobretodo pienso en su esposa. ¿Se sentiría ella libre allí, pero aislada entre tanta belleza?
El mejor palacio puede ser una jaula de oro, pero… una jaula.
Espero que fuera dichosa en el castillo.
Tal vez hubiera deseado una humilde casa bañada de cal, pasear por las calles del pueblo y respirar el aire de las montañas y de los campos en flor.
Me queda el desconocimiento y la incertidumbre de saber si, entre esas paredes que yo recuerdo, hubo felicidad.

20/5/08

COLECTIVO ZETA

Era Marzo de 1981. La situación del país había hecho que, los expedientes se revisaran. Habían vuelto a abrir, hacer un juicio rápido y dictar sentencia a ocho dibujantes de Zaragoza por los dibujos de un fanzine, “ZETA”.
En Barcelona, poco tiempo antes, los estudiantes y otros colectivos habíamos salido a la calle en defensa de “La Torna” de Els Joglars.
Se dio eco de lo que pasaba con los dibujantes zaragozanos y se hicieron actos y un cómic de apoyo a la situación.
Carlos Azagra, que vivía en ese momento en Barcelona, estaba entre los enjuiciados. La sentencia era “Cuatro meses y un día de cárcel y siete años de inhabilitación a cualquier cargo público”.
Una tarde gris en la estación de Francia de Barcelona, Carlos se dispuso a coger el TALGO que iba hacia Zaragoza, el revisor no le dejaba subir porque llevaba como equipaje dos bolsas de plástico. Él le enseñó la noticia que salía en el Diario de Barcelona sobre el caso. Acto seguido, el revisor le dijo: “pasa hijo, pasa”.
La estación de Francia, que tantas despedidas ha albergado, aparecía inmensa y solitaria. Su armazón en bóveda de hierros entrelazados y cristales rotos, dejaba un sonido estremecedor al contacto con el agua que caía.
Yo, estaba en el andén esa tarde gris de primavera. La lluvia de la ciudad y yo despedíamos a Carlos mientras el tren se alejaba poco a poco, hasta que lo perdí entre la lejanía y la turbiedad de mis ojos.
En la puerta de Torrero, prisión de Zaragoza, esperaban para entrar. Fernandez Ordoñez, ministro de justicia y diputado por Zaragoza hizo un comunicado exigiendo que los dejaran en libertad inmediatamente. Eran ocho los dibujantes y solo estaban siete. El octavo había huido a Francia. Tenían que firmar el “enterado” o libertad condicional. Se pusieron en fila y el primero que firmó volvió a ponerse en fila para firmar por el octavo.
Me llamaron de Zaragoza para darme la noticia. No me lo podía creer, eso solo pasaba en las películas con final feliz, pero se hizo realidad y ganó, por esta vez, la “JUSTICIA”.

17/5/08

EDUARDO, UNA LÁGRIMA DE ESPERANZA

Algún día hablaré de él. De momento, solo sé que no hay día que pasa que no lo recuerde. No he superado su pérdida. Veinticinco años ya que dejó de estar con nosotros y el último recuerdo que tengo suyo es una lágrima que resbalaba por su mejilla hasta que expiró.
Mi hermano me dejó un catorce de enero de 1983 y el frío invierno trajo, con sus lágrimas heladas, un manto de nieve raro en esta ciudad. Tanto lloré que el hielo se deshacía entre el calor y la sal.
Hoy, después de veinticinco años, veo brotar geranios en mi ventana y pienso… tal vez haya primavera en mi recuerdo.
Estuvimos separados de niños, no entiendo por qué. Mi padre decía que en el pueblo con mis tíos estaría mejor estudiando, pero eso no nos valía ni a él ni a mí.
Desde pequeño se dedicó a leer a “los clásicos”.
Las cartas que escribía, con dibujos hechos a boli, eran nuestro único contacto.
Nos encontramos los dos en Barcelona cuando él tenía catorce años y yo diez. Al principio fue dura la convivencia, pero nos acostumbramos y no podíamos pasar el “uno sin el otro”. Era una persona que tenía una voluntad de hierro. Al contrario de mi que todo se le daba fácil. Mi memoria me bastaba para adquirir aquellos conocimientos que se me impartían. Yo no hacía ningún esfuerzo. En cambio él estudiaba, leía, se instruía, se preocupaba por todo. Llegó la adolescencia y la madurez y me di cuenta que mi hermano tenía una sabiduría especial.
Llegó la época de ir a la mili. Le tocó en Gamarra, un pueblo de Vitoria. Allí intentó aprovechar el tiempo adquiriendo más conocimientos, leyendo y aprendiendo las costumbres del lugar. Era fuerte, me contaba que en invierno, con las nieves asomando en los campos, se duchaba con agua fría. Respecto a los compañeros que estaban con él estableció una buena relación. Coincidió que no tenían barbero y se cortaron el pelo los unos a los otros, como él fue el que lo hizo mejor lo nombraron barbero y, con ello, se ganó buenas propinas. En una ocasión un soldado con pinta de señorito se metió con otro de etnia gitana y le dijo si él alguna vez le habían dado tan bien de comer como aquí. Él se interpuso ante la injusticia y le llamó al soldado “señorito papafrita” y le empujó. Ante la discusión apareció el sargento y preguntó qué había pasado, el silencio reinó en la escena y, como premio, mi hermano fue castigado a limpiar las letrinas. Se ganó la admiración del “señorito”, que le pidió perdón y cambió de actitud, y de todos los que habían estado allí. En los ratos libres enseñó a leer y escribir al chico de etnia gitana. Éste llegó a preguntarle por qué lo hacía. Mi hermano le contestó que porque le parecía injusto que él no supiera y los demás si. Se hicieron buenos amigos.
Jamás se las dio de nada. Recorrió todo el norte de España invitado por sus compañeros. El chico que aprendió a leer le dijo que su casa siempre estaría abierta para él.
Volvió a casa con una pila de libros, con su estuche de cortar el pelo y con una suculenta libreta de direcciones .
Durante la cena, apagábamos el televisor y nos deleitaba con lo que decía, ya fuera investigaciones científicas, o anécdotas de su vida y de su trabajo.
Una vez fui por curiosidad a una reunión suya de empresa y vi, asombrada, que todos los sindicatos se lo disputaban. Era increíble.
Su forma de ver las cosas, de exponerlas nos dejaba a todos boquiabiertos. Descubrí entonces la persona que era, cada vez más entrañable para mí.
Su pasión era el fútbol, que compaginaba con el trabajo y los estudios. Cada día iba a trabajar a las siete de la mañana, regresaba a casa a las tres, comía y se iba a la Universidad. Volvía a las diez de la noche y se ponía a estudiar.
Conoció una chica, Montse. La ayudó a retomar sus estudios, estuvo enseñándola hasta que los acabó. El amor hizo lo demás.
Compraron un piso y lo arreglaron y el 30 de Julio de 1982 se casaron.
A primeros de Agosto nos llamaron a Guadix que estaba muy enfermo. Habían ido de viaje de novios a Palma de Mallorca y le dio un dolor. Lo trasladaron a Sant Pau en Barcelona y nos dijeron que tenía un tumor maligno en el hígado. Su vitalidad y su juventud hacía que el mal se extendiera rápidamente.
Qué jugadas nos da la vida, mi hermano ni fumaba ni bebía. Poco a poco se iba consumiendo y no podíamos hacer nada por evitarlo.
Mi cuñada estuvo en todo momento a su lado, un día de alegría y los demás de sufrimiento en silencio, camuflado por su imagen risueña y de ánimos hacia él. Fueron cinco meses de dolor y de esperanzas rotas.
Mis padres se desvivieron por él día tras día. Y yo, no los ayudé.
No puedo seguir, las lágrimas bañan mis ojos y el mundo se emborrona cuando aprieto las teclas del ordenador. Hasta otro rato.

15/5/08

ANÉCDOTAS DE UNA BODA

He ido a pocas bodas, pero todas han tenido anécdotas.
Recuerdo la de un primo de Carlos. Al salir del trabajo nos fuimos en autocar a Madrid, donde se celebraba. Nuestra indumentaria eran tejanos y sudores. Llegamos a la ciudad y nos dejó el autocar en su estación al otro extremo donde se celebraba la boda. Íbamos con el tiempo justo. No tuvimos más remedio que cambiarnos en los lavabos. En el de hombres había un borracho. Carlos entró de tejanos y salió con su impecable traje. El borracho, me contaba Carlos, alucinó con la visión. Yo salí con vestido largo y ceñido, incómodo para dar los pasos que yo quería.
Llegamos a la iglesia con las bolsas de viaje y toda la concurrencia se giró para vernos. Estaban preocupados porque no llegábamos.
Miré hacia todos lados y me quedé asombrada con el lujo que había allí.
Llegó la hora de la celebración culinaria. Fuimos a un gran hotel, como nos habían dicho. Llegamos y el metre nos hizo una reverencia. Yo no estoy acostumbrada a ver esas cosas, pero decliné mi cabeza unos centímetros por cortesía. Nos adentramos en un salón con cortinajes a juego con la mantelería de las mesas. Los camareros nos ofrecieron exquisitos canapés que, aunque no tenía ni idea de lo que eran, disfruté saboreándolos. Las personas que había allí nos saludaban cortésmente y nosotros respondíamos con agrado. Vimos a la novia, nos saludó y nos dimos un beso, iba preciosa, pero no la conocíamos porque solo conocíamos al novio. Después de veinte minutos intercambiando conversaciones vimos al novio. Y cual fue nuestra sorpresa que él no era el primo de Carlos sino un desconocido. Es más, no conocíamos a nadie. ¡Nos habíamos equivocado de boda! Nos despedimos sigilosamente, diciendo que teníamos un compromiso y, en ese momento, odié no tener una obertura mas larga en mi falda para decir “pies para que os quiero”. Nos fuimos de allí y encontramos finalmente nuestra boda, aunque ya íbamos hartos de tantos manjares y cócteles.
Tuvimos que decir al primo de Carlos lo que nos había pasado y fue motivo de carcajadas y risas de todos los que allí estaban.
Seguimos la fiesta y nos fuimos a la azotea de un rascacielos. En el césped perdí un zapato. Al cuarto de hora de andar con un zapato invisible para que no se notase su ausencia, apareció en un rincón. Me lo puse y nadie se dio cuenta. La belleza de un Madrid nocturno me cautivó y me dejé llevar hasta que los primeros rayos de sol aparecieron sobre los tejados. Era el momento de despedirse y descansar.
No he encontrado ninguna foto de la boda, qué lástima.

12/5/08

OTRA DE MAKI


Aquí os presento una historia que siempre me gustó. Estar tan cerca de los que están tan lejos hace que hagamos cosas extrañas. Siempre pensamos lo peor. Porque la realidad está al lado de nuestros protagonistas y es casi impensable que nos inviten a café.

"MAKI NAVAJA, EL ÚLTIMO CHORISO"


Ramón Tossa, más conocido por su seudónimo “Ivà” era una persona de gran carácter pero, sobretodo, era una gran persona, no por su gran estatura, sino porque sabía tratar los temas con gran maestría y dominio, hasta aquellos más comprometidos.
Hace quince años que nos dejó. Se me fue un amigo a nivel personal y un historietista genial que nos ha hecho reír y pensar.
Me queda Gloria, su mujer, que siempre que podemos nos vemos y pasamos unos buenos ratos. Es curioso, pero siempre se dice que detrás de un hombre importante siempre hay una mujer, y en este caso es cierto porque ella siempre le ha apoyado y ha estado a su lado dando ideas y compartiendo sus inquietudes.
Pensaba que había coloreado pocas historias de “Maki Navaja el último choriso”, pero no es así. Fueron bastantes.
Mi nombre no aparece en ninguna parte, pero se que el mundo está lleno de personas anónimas que han dado un poquito de color a esta vida tan compleja. Para mi eso es lo importante.

HISTORIAS DE LA PUTA MILI






Se editó la revista “Historias de la puta mili” y me pidieron colorear las historias de Ivà. Yo no tenía ni idea de uniformes militares, ni de maniobras, ni de tipos de naves y armamentos. Pero, como un día le dije a Xcar con el heavy en “el Richal”, me lancé sin tener ni idea.
Recuerdo una anécdota que muchos ya sabéis. El sargento Arensívia estaba de maniobras en un lugar que parecía la selva. Montaron una tienda de camuflaje y la coloreé roja con topitos blancos me parece. Cuando Carlos la vio se echó las manos a la cabeza. Me dijo que donde había visto una tienda de camuflaje así, que sería un blanco perfecto, que qué pensaría Ivà con esto. Yo le dije que lo había visto así y no lo cambiaba. Cuando llegó el momento y lo vio Ivà soltó una carcajada y dijo algo así como “ha sabido captar la psicología del sargento Arensívia”. Así que yo seguí pintándole historietas en mi trayectoria sin tener ni idea de los galones si eran de una manera u otra o este grado se pinta “así o asá”. ¡Viva la incultura militar!

11/5/08

PERSIGUIENDO UN "PECECILLO DE PLATA"


Hoy, persiguiendo un lepisma, que me enteré que así se llamaba por Iru, o más conocido “pececillo de plata”, he ido a parar a una gran carpeta azul de cartón. La he abierto con ganas de atrapar al dichoso bicho que se había introducido en ella y al final lo he conseguido, no sin antes esturrear todas las hojas que había en ella. Cuando iba a recogerlas, he visto que eran antiguas páginas de Ivà a las que le había puesto color. Me he sentado en el suelo y he comenzado a ojearlas y releerlas con un halo de nostalgia y de alegría por haberlas encontrado.
Gin, antiguo director i cofundador junto a otros de la revista “el jueves”, viendo las primeras notas de color que había puesto a ilustraciones de Carlos Azagra, me animó a colorear una historieta de Tabaré. Me enseñó como tenía que hacer el efecto de la noche, las luces y las sombras entre otros trucos. Con mi miedo habitual y mi inexperiencia así lo hice. Y el resultado es el que veis ahora. Supongo Dionisio, como uno de los mejores conocedores del cómic que eres, que esta historia la conocerás.
En otra ocasión hablaré de Gin del cual sentía un gran afecto.

8/5/08

REENCUENTRO

Os voy a contar una historia que pasó hace 26 años. En verano volví a Barcelona en el expreso de Andalucía. Era un tren largísimo con compartimentos de ocho asientos azules y un pasillo común. Todos mis compañeros de viaje eran extranjeros de diferentes lugares. En frente mío un hombre venía durmiendo o eso parecía. El que estaba a mi lado, un chico parlanchín, me dijo si podía recostar su cabeza en mi hombro, le dije por supuesto que no.
Al rato, un policía me llamó al pasillo y me dijo: ¿usted es la señorita que viene de Guadix? Le contesté que si. Acto seguido me dijo que creía que las dos personas que estaban cerca de mi pertenecían a un grupo de atracadores. Entonces el miedo se apoderó de mi y le pedí que me cambiara de departamento, porque ellos habían visto que yo había hablado con él. El policía me dijo que no me preocupase, que me estaría vigilando.
Volví a mi asiento llena de miedo. Empezó a oscurecer y el policía había desaparecido. Pasamos un túnel y, cual fue mi sorpresa, el hombre que venía durmiendo de repente abrió los ojos como platos.
El negro de la oscuridad contrastaba con el blanco de su córnea. Entonces de mí salió algo inexplicable, me levanté y encendí la luz. Comencé a decir que no tenía sueño y que teníamos que dar alegría al departamento. Me puse a hablar con un inglés y a reír. El hombre moreno de los ojos como platos dijo: “Estos españoles, locos”. Yo pensaba entre mi, “tu di lo que quieras pero aquí no duerme nadie”. El que quería recostar su cabeza en mi y el de los ojos espantosos salieron del vagón en estampida, no se si los detuvieron después.
Allan, que así se llamaba el inglés, y yo intercambiamos nuestras direcciones y nos despedimos.
Nos comenzamos a cartear y nos vimos al año siguiente en Granada donde presentamos a nuestras parejas, él a Liz y yo a Carlos. Por carta duró nuestro contacto hasta que nació mi hija mayor.
Seguí escribiendo y no recibí contestación. A ellos les pasó lo mismo. Vinieron a Santa Coloma y preguntaron por nosotros. Nadie sabía nada, nos habíamos mudado y no recibieron nuestra carta.
Perdimos así el contacto durante muchos años. Yo pensaba que les podía haber pasado algo porque un avión se estrelló cerca de donde vivían, destruyendo algunas casas.
Lo sorprendente fue que, a los dieciséis años, un chico de Cádiz por el apellido de Azagra y que era dibujante miró las páginas blancas de telefónica y llamó a casa. Nos dijo que un inglés quería saber de unos amigos que tenía y de los cuales hacía tiempo que no sabía nada. Nos volvimos a poner en contacto.
Nuestro reencuentro fue muy emotivo, cuando les esperábamos en el aeropuerto teníamos miedo de no reconocerlos, pero nos encontramos a primera vista, unas canas de más, pero la sonrisa era la misma, el tiempo nos había dejado un “flashback” en nuestras miradas.
Desde ese día nos vemos cada año y, hablando idiomas distintos,
nos entendemos, porque la amistad inventa formas de comunicarse allá donde uno vaya.

5/5/08

5 DE MAYO DE 1984

Era un 5 de Mayo de 1984, el cielo estaba gris y los nubarrones plomizos anunciaban lluvia. Serian las 11 de la mañana y me decidí a ir a la peluquería. Me lavaron y peinaron el pelo. Cuando salí me sentía extraña. Fui a casa de mi amiga Juani y me vi en el espejo con unos rizos que no eran los míos. Me puse a llorar, era el día de mi boda y nada me salía como yo quería. Allí me lavé el pelo y me quité todo rastro de peluquería. Volví a casa, no se si comí o no. Ignacio, un amigo, me trajo el ramo de novia, pero yo no recuerdo donde estaba. Mi cuñada y una amiga me pusieron el tocado en el pelo y, en el coche de mi tío me fui hacia la iglesia. A medida que llegaba las nubes se iban evaporando hasta desaparecer en un cielo de azul intenso. Mi naturalidad, los amigos y seres queridos me regalaron en ese momento un día inolvidable. Allí estaba él, con una atracción que todavía dura hoy. De una mañana gris apareció una tarde bella donde los besos y las estrellas eran los protagonistas de una historia la mar de hermosa.

En la foto aparece mi tía, mi madre y una señora muy especial, la señora Josefa , mi maestra de bolillo y madre de mi mejor amiga, Juani.

EL CARNÉ DEL KOMANDO LEPROSO



Hoy he recibido el carné del Komando Leproso. Es el idoneo usar, no por obligación sino porque me da la gana. Me permite poner mis gustos y, por qué no, aquellas cosas cotidianas que me hacen ser como soy. Gracias, una vez más, Ziklope , por hacer que nuestra imaginación cabalgue más allá de lo establecido.

3/5/08

MUNDOS SOLITARIOS





Íbamos paseando por la playa mi familia y yo cuando, de repente, algo llamó nuestra atención. Vimos sorprendidos la soledad del ser humano.